Exhortación
de
Monseñor
Ricardo
Durand
Flórez S.J.
Arzobispo-Obispo
del Callao,
sobre la
devoción al
Señor del
Mar
Queridos
Hermanos:
Al conmemorar este mes
de Mayo del presente año el Cincuentenario de un luctuoso suceso
ocurrido el 24 de Mayo de 1940 que intensificó la devoción e identidad
del pueblo Chalaco con su Patrono y venerado Señor del Mar, nos ha
parecido conveniente, proponer algunas reflexiones para resaltar tan
significativo acontecimiento.
En efecto la devoción
al Señor del Mar está ligada a la historia y tradición del Callao
precisamente en los momentos más trágicos de su pasado, sobre todo, a
raíz del terremoto del 28 de Octubre de 1746 que devastó la ciudad y el
Puerto de nuestra Provincia Constitucional. Si durante el siglo XVII, el
sentimiento religioso de los limeños se centra en la Imagen del Señor de
los Milagros en una ininterrumpida demostración de afecto; este mismo
sentimiento brota en el corazón chalaco a mediados del siglo XVIII en
torno a la venerada y admirada Imagen de Nuestro Señor que recibe acá el
hermoso título de SEÑOR DEL MAR, Protector y Patrono del Callao.
Identidad
Católica del
Pueblo
Chalaco
El Señor del
Mar y
Nuestra
Señora del
Carmen de La
Legua, son
parte de
nuestra
tradición y
configuran,
en cierto
modo, la
religiosidad
del pueblo
Chalaco.
Ambas
devociones
ocupan un
lugar
preferente
en su
corazón. Y
ambas nos
revelan a su
modo, un
dato bíblico
inolvidable:
Que Dios
protege su
pueblo y lo
ama con un
amor más
fuerte que
cualquier
calamidad o
desastre. En
el Señor
Jesucristo,
ofreciendo
sus
sufrimientos
por nosotros
nos revela
su inmensa
misericordia;
y quiso que
su Madre
fuese
nuestra
Madre para
que sintamos
la ternura
que El
sintió
cuando la
Virgen María
lo cuidaba
en Nazareth
y lo
acompaño en
su
predicación,
pasión y
muerte, como
lo hizo
posteriormente
con los
apóstoles en
los
comienzos de
la Iglesia
en
Jerusalén.
Los fieles de este
Primer Puerto del Perú han asociado la magnífica escultura del Señor del
Mar a las situaciones tanto gloriosas como dramáticas por las que ha
pasado en su ya larga historia de hechos de desastre y renacimiento. Son
muchas aún las necesidades que tenemos para alcanzar el esplendor de una
Ciudad moderna. Pero ni las catástrofes naturales ni las marginaciones
del centralismo capitalino podrán acallar a un pueblo que mantiene el
dinamismo de su fe en Dios, en los hombres, en sus valores y en sus
sanas tradiciones.
La imagen del Señor
del Mar se presenta ante nuestros ojos como la figura de Jesús esperando
la crucifixión. Pero al mismo tiempo, mientras la contemplamos,
recordamos que esa amarga y trágica experiencia de la cruz no pudo
terminar con la fuerza emergente del amor y de la vida. Este Jesús
resucitó, por eso no es un simple recuerdo en la memoria, sino un
verdadero compañero de camino.
Nosotros también
vivimos con frecuencia expuestos a insospechados fenómenos naturales y
otros debido a las fallas humanas y al pecado; pero nuestra adhesión a
Aquel que es Señor y Redentor nuestro, levanta nuestro espíritu y
renueva las energías para mantener en alto la capacidad de recreación de
mejores condiciones de vida y ejecución de obras que dan una mayor
seguridad a la convivencia ciudadana.
El
Señor
del
Mar
está
solidarizado
con
nosotros
en
el
dolor
y en
la
esperanza,
en
la
muerte
y en
la
vida.
Por
eso
el
Pueblo
Chalaco
ha
surgido
siempre
hasta
de
propias
cenizas
clavando
sus
miradas
en
los
ojos
maravillosamente
abiertos
de
esta
imagen
que
parece
decir
a
quien
la
contempla:
"Mírame y no te
sentirás hundido",
"Mírame y siempre
encontrarás una razón para seguir luchando y esperando, porque la
respuesta final no es el desastre ni la muerte, sino la resurrección y
la vida".
La referencia al Señor
del Mar, resulta de esta manera, decisiva para la identidad cristiana
católica de los Chalacos. Esta devoción se ha convertido en su riqueza
religiosa y cultural, en su patrimonio. Al mismo tiempo esta devoción
nos adentra en el núcleo del misterio: En Cristo Jesús dándose a los
demás, que salva a su pueblo de sus pecados y da la vida por los suyos.
Los hombres y mujeres que lo aclaman y le suplican encuentran en El
fuerza para seguir viviendo y solidarizándose con sus hermanos,
inspiración para la sublime tarea de superación de cuanto hay adverso y
pecaminoso malogrando la existencia. El Señor del Mar es verdaderamente
centro de unidad de toda la familia Porteña. Y con razón ocupa un lugar
singular en el corazón de esta familia. Es parte de su identidad
cristiana católica.
Por una
vivencia más
plena de la
devoción
Es necesario
recapacitar
seriamente
sobre esta
riqueza
espiritual
que hemos
heredado de
nuestros
mayores. Si
los
antepasados
encontraron
en el Señor
del Mar
fuerza para
sobrevivir a
tantas
adversidades,
exhortamos a
permanecer
fieles a
nuestra
identidad de
cristianos
católicos
venciendo
cuantos
peligros y
ofrecimientos
pudieran
poner en
peligro la
Verdad que
está unida a
esta
herencia.
Esto exige
fidelidad a
la fe santa
y católica
centrada en
Cristo
nuestro
Salvador y
en una
comunicación
eclesial que
refleje una
iglesia
llena de
esperanza.
Jesucristo llama a la
conversión para amar a Dios y servir al prójimo en el permanente
compromiso con la justicia y la pacífica y correspondiente convivencia
ciudadana. La adhesión al Señor debe infundir una verdadera y decidida
superación de las diferencias sociales, económicas, culturales,
políticas y raciales, como corresponde a un pueblo que se siente familia
creyente en quien nos rescato a todos y quiere la felicidad de todos.
Hoy día el Callao
conoce un crecimiento demográfico y migratorio impresionante que hace
cincuenta años no era previsible en tal magnitud. Todavía existen muchas
personas que fueron testigos de los sucesos del 274 de Mayo de 1940 y
que se verán sorprendidas por la imagen del Callao en 1990. Pero el
Señor del mar sigue siendo el mismo Protector y Patrono que nos impulsa
a una sociedad fraterna y justa; los hombres del mar, los niños, los
jóvenes, los trabajadores, los empresarios, los comerciantes, los
funcionarios, los numerosos Asentamientos Humanos y las mayorías
empobrecidas...todos buscan ansiosamente dentro de nuestros
superpoblados límites geográficos un lugar digno para vivir y unas
condiciones de vida más humanas. Para realizar tan apremiantes deseos
son necesarios muchos recursos de todo orden; pero les digo con pleno
convencimiento, que, en medio de tanta necesidad, lo que no podemos
perder nunca es nuestra Santa y Católica, pues, en ella está la Verdad y
el amor del mismo Cristo, que con su dolor nos redimió del mal y nos
hizo hijos adoptivos de dios. Cristo es nuestra vida presente y eterna.
Nuestra
preocupación
en la hora
presente
La fe de
nuestros
padres
enriquecida
con tantos
sacrificios
no debe
desfallecer.
Al
contrario,
hemos de
estar
atentos ante
tantas
ofertas
ideológicas
o incluso
religiosas
que pudieran
ofuscar
nuestra
identidad de
pueblo
católico.
Permitidme que con
ésta ocasión me refiera a acontecimientos del momento que suceden con
motivo de las elecciones, por lo que me veo obligado a aclarar algunos
errores y distorsiones de la verdad.
Quede en primer lugar
muy claro que, cómo hemos repetido los obispos, la iglesia como
institución no entra en política de partido; pero sí se compromete en la
realización de la política del bien común de todos y cada uno de los
peruanos.
Dentro de la Iglesia
corresponde más bien a los Laicos optar por los partidos que crean en
conciencias mejores, y aunque no militen en partidos voten en conciencia
por la solución o candidato que les parece el mejor en cada
circunstancia o situación histórica, como la que vivimos hoy con enorme
preocupación tanto los Obispos como los demás miembros de la Iglesia
Católica y en general todo los ciudadanos del país.
Lo que no es honesto
-lo hemos dicho ya en anterior ocasión los Obispos del Perú- utilizar la
religión con fines políticos y partidarios, como ocurrió en la primera
consulta electoral. Venimos observando con gran pena y preocupación que
algunas confesiones religiosas llamadas "Evangélicas" siguen
mezclándose en política de partido y están haciendo proselitismo
político poniendo en peligro con ello la paz religiosa de nuestra
patria, como si no tuviéramos anteriormente suficiente motivos de
conflictos y desuniones.
La Iglesia Católica
respetando la conciencia de cada uno ha sido tolerante ante los ataques
recibidos por parte de algunas agrupaciones religiosas; pero no podemos
tolerar que se llegue incluso a ofender los sentimientos del Pueblo
católico, denigrando al santo Padre el Papa Juan Pablo II y la misma
Institución apostólica de la Iglesia, el culto que rendimos a la Virgen
María, las expresiones y manifestaciones de la fe como nuestras
tradicionales procesiones.
Se pretende lanzar una
reforma religiosa en el Perú en nombre de estos grupos que se denominan
miembros del pueblo evangélico, confundiendo al pueblo creyente y
violentando la conciencia y al respeto debido al pueblo católico del
Perú. Estas ideas han sido difundidas en volantes repartidos con
profusión en los Pueblos Jóvenes del Callao y de Lima.
Ante esta situación
les pido a todos, queridos hermanos, que conozcan su fe, la vivan, la
apoyen y la defiendan; pero sin entrar por parte nuestra en conflictos
verbales, ni mezclar lo religioso con la política de partido, sino con
la verdad y el amor al prójimo.
A pesar de la campaña
de quienes pretenden inquietar nuestra Piedad Popular, no podemos dejar
las procesiones que son una manifestación pública de amor y adhesión a
Cristo o ha su madre la Virgen María.
Cada vez que el Señor
del Mar sale por nuestras calles debe encontrarse con un pueblo que le
aclama y le muestra su amor; pero también por un pueblo que le escucha
en su corazón y le sigue, modelando su vida según las directrices del
evangelio. Este es el gran Homenaje al Señor del Mar. Y esto, vivir el
Evangelio es también lo que de verdad da valor a la herencia recibida de
nuestros antepasados. Sea Cristo el Señor nuestra esperanza en el dolor
y nuestra fortaleza en la debilidad. Y siguiendo sus huellas nuestra
Iglesia Diocesana quiere encontrar las respuestas más audaces para que
todos; pero especialmente las mayorías pobres, la sientan cómo suya. La
Iglesia es de Jesucristo, pues él la fundó sobre Pedro. Los cristianos
Católicos seguimos unidos a Cristo, en el sucesor de Pedro hoy el Papa
Juan Pablo II cómo principio visible de comunión en la Verdad y en la
Caridad.
Pedimos al Señor del
Mar, que abra las mentes y los corazones para vivir según el evangelio,
siguiendo sus enseñanzas amando al prójimo cómo así mismo; y así
sentirnos solidarios de las iniciativas de ayuda mutua que en algo
ofrecen gestos de esperanza para él pueblo.
Que nuestra Madre
común, la Virgen del Carmen interceda ante su Hijo amado por este
pueblo, nos proteja librándonos de todo mal.
Qué el Señor bendiga
este amado pueblo y la Virgen lo tenga siempre bajo su manto.
Ricardo
Durand
Flórez, S.J.
Arzobispo-Obispo
del Callao
24 de Mayo
de 1940 - 24
de Mayo de
1990 |