En 1960 el
Padre
Nicolás
Salva,
permitió su
restauración
a cargo de
los
escultores
Valentín
Real Quinto,
Domingo Real
Quinto y el
Arquitecto
Emilio Harth
Terré, este
último dio
el siguiente
informe que
reproducimos
a
continuación.
Sabido es que a mediados del
Siglo XVIII la imaginería iba en desmedro para indicar la menor
importancia que se daba a la escultura de una imagen de cuerpo entero.
El artista se limitaba al muñeco o maniquí, en el que sólo recibían el
mejor tratamiento en manos y cara, a veces los pies, pues como el resto
del cuerpo iba vestido con las ropas y adornos propios de la figura que
representa, solo era un esqueleto de puntal y tirantes que remplazaba el
cuerpo.
El que la imagen del "Señor
del Mar" sea de cuerpo entero nos lleva a presumir que se trata e una
imagen del siglo XVII, nos inclinamos a pensar que es un Señor de la
Caña o el Justo Juez, o una figura para uso de los pasos de la procesión
de semana Santa, como en Sevilla se acostumbra.
El escultor
Real se inclina a pensar que es un Cristo esperando la Crucifixión,
sentado esta en una peña.
Los trabajos de
restauración han puesto al descubierto la obra original. El artista ha
retirado cuidadosamente las capas de pintura y los empastes que borraban
la firmeza y valor de la talla original. Ahora descubrimos que es de
excelente escultura y, por consiguiente de excelente mano…todo lleva de
la mano para afirmar que la imagen tenía que proceder del taller
Sevillano de Montañés o tal vez de la mano del mismo. Desnuda la
figura, se la contempla con admiración, ahora que ya se han terminado
las labores de limpieza. Los caracteres determinantes de la factura
montañesina son varios.
Desde la
exposición de las ondas de la cabellera y de la barba tan característica
señal de las esculturas del Maestro, hasta la factura vigorosa, a la par
que mórbida y flexible de los pies y de las manos, con los dedos que se
articulan blandamente, admiten la comparación de estas partes del cuerpo
de nuestra imagen con las que son auténticamente del Maestro Alcalíno…
Hemos dicho que
la imagen sufrió alteraciones superficiales de retoques y empastes
posteriores para que, vestida, fuese objeto de una devoción particular;
la del "Señor del Mar", en memoria de su salvación de las ondas, por
antonomasia para la protección de futuros desastres…
Junto con los
maestros Real llevamos a cabo un examen más prolijo y éste nos hizo ver
claramente la huella de un seccionamiento en la cabeza. La parte
correspondiente a la cara había sido separada luego de hecha la
escultura…
Separada esta
pieza con cuidado, pudimos comprobar la existencia de las huellas del
corte con sierra que se correspondían en una y otra de las partes
seccionadas. Era la evidencia de una violencia practicada en la
escultura original. Es un trabajo posterior a la escultura de toda la
cabeza y cara, evidentemente con el exclusivo objeto de ponerle esos
ojos sin alterar los párpados, de modo que respetando su original
mirada, tampoco se le modificará.
El artista de
entonces respeto la angustia de esos ojos…Da la impresión que mirando a
cualquier persona que este orando al pie de El y como que le está el
mismo Cristo hablando y quejándose de que aquello que padece es por el
que está orando…Muchos otros caracteres sobradamente conocidos de la
manera de Montañéz nos vendan seguir con más prolijidad sobre su propia
obra.
En resumen, el
“Señor del Mar” ha sido siempre una imagen de Devoción; desde hoy será
además una imagen de Admiración.