Rey Divino los chalacos te venimos a implorar porque tú eres el patrono de este puerto "Señor del Mar"

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» La Tragedia de 1746

 

Carta o Diario que escribió D. J. Eusebio
De Llano y Zapata a su más Venerado Amigo y Docto
Corresponsal el Dr. D. Ignacio Chirivoga y Daza
Canónigo de la Santa Iglesia de Quito.
E.N.Q.V.E.

Con la mayor verdad y crítica más segura le da cuenta de todo lo acaecido en esta Capital del Perú, desde el Viernes 28 de Octubre de 1746, cuando experimento su mayor ruina con el grande movimiento de tierra que padeció á las 10 y media de la noche del mencionado día, hasta el 16 de Febrero de 1747 en que se da el cálculo exacto de todo el número de temblores que se han sentido en el trágico suceso que es lastimoso asunto de este escrito; y juntamente el estrago del Presidio del Callao y .sus habitadores con la inundación del Mar que los tragó en la noche del primer terremoto.

Con Licencia del Real y Supremo Gobierno.
Impresa en Lima - Calle de la Barranca por - Francisco Sobrino.
Lima y Febrero 16 de 1847.

No sé si el espíritu fatigado podrá expresar un suceso, que con lo mismo que comunica la noticia, participa la tragedia: y mas cuando por conceptos solo se hallarán estragos, y por clausulas solo se encontrarán ruinas, que evitando un desengaño despiertan al mas dormido ó para seguridad de la vida, ó para vida de su muerte, pagando aquella en contemplación de lo caduco, lo que ésta ejercita en memoria de lo eterno. Bien conozco lo mucho que excedió el modo de padecer al arte de decir, y que aquel por mas que fatiga la expresión; nunca igualará á éste en el dolor: pero pidiendo los mayores sucesos mayor exactitud en sus relaciones, escribiré á U. el de Lima y su puerto, no como noticia de carta, si como desengaño del Mundo, para que se lamente con su estrago, lo que lloran otros con sus ruinas.

Llegó la noche del día veinte y ocho de Octubre, en que celebró la iglesia la festividad de los Santos Apóstoles Simón y Judas, y pareciendo á la vista que lo hermoso de la Luna envolvía en su claridad benévolos efectos, se experimentó en ella malévolos influxos. ¿Pero no se oculta en lo hermoso un engaño, en disfrazándose la ruina con accidentes de belleza; con lo mismo que alaga ofende? ¿y lo que en ella al principio parece lisonja, después se manifieste daño venenoso, y mas en que su mismo atraer es arruinar?

Afirma Aristóteles que los mas temblores acontecen de noche: esto mismo San Alberto Magno, y el Padre Juan Zapata Kinter, que en la mayor serenidad del Cielo, tranquilidad del Mar, y quietud de la tierra, suceden sus mas grandes movimientos, como lo experimentó Lima en la mencionada noche, y se verá abajo el efecto de su estrago.

Eran ya las diez y media de la noche, cinco horas y tres cuartos antes del plenilunio, cuando moviéndose la tierra con tan extraña concusión, parecía que rotas las oficinas subterráneas salían como enemigos de aquella el agua, fuego, y aire para acabar cada uno con su violencia, lo que la voracidad del otro perdonase.

No pudiendo resistir impulso tan extraordinario los pequeños y grandes edificios de esta Corte, sirvieron de sepulcro á muchos de sus vivientes, que embargados de susto, ó descuidados del suceso, sino eran despojos de las fábricas que se arruinaban eran estragos del polvo que se levantaba.

Duró esta tempestad de movimiento de tierra algo mas de tres minutos, y con ella se acabó lo que se había trabajado en doscientos once años, para construir magníficos templos, y suntuosos edificios; pérdida tan grande que en otros dos siglos, y doscientos millones, dudo con fundamento "que callo", pueda ser tiempo bastante para su reedificación, ni cantidad suficiente para sus costos.

Amaneció el día veintinueve, y con su luz despertaron mayores lástimas; ya el padre lloraba al hijo, el hijo á la madre, los parientes á sus deudos, los amigos á los allegados, todo era una confusión, todo un lamento. Lo que hablaban los hombres era una especie de idioma, que solo con el semblante expresaban sus conceptos; muchos con un suspiro decían un libro de congojas. No era vida la que se vivía, sino una muerte la que se pasaba, la devoción solo se hallaba en los corazones, supliendo lo fervoroso de los ruegos, lo que faltaba de culto á lo sagrado: las calles eran montes de tierra, que impidiendo el paso á los habitadores, causaban un repecho de fatiga, al que intentaba el penetrarla, siendo muchas veces inaccesible el tránsito, ó insuperable su penetración; de manera que los mas prácticos delos barrios no conocían sus sendas, ni distinguían sus situaciones; y á no averiguarse por los fragmentos de las mismas ruinas, muchas se hubieran hecho dificultosas en conocerlas.

Continuóse el susto aumentándose cada instante mas y mas el horror por la repetición de temblores que se contarían cerca de doscientos en veinticuatro horas, desde el viernes 28 á las diez y media de la noche hasta las mismas horas del sábado 29, cuya noche pasaron los vivientes á la intemperie del sereno en las plazas y campiñas esperando en cada concusión de la tierra el último fin de sus vidas, por que el sacudimiento de ella era tan grande que obscurecía la luna el polvo, que con su movimiento levantaba.

Vino el día 30 y aquí se añadió pena á pena, confusión á confusión; por que á las cuatro de la tarde ocupó á la ciudad la infausta noticia de que saliendo el mar de su centro, venia sobre ella para inundar con sus ondas á los ciudadanos: el llanto de los niños, los sollozos y alaridos de las mujeres, los suspiros de los hombres, y los quejidos de los viejos fueron tantos, que se hizo un nuevo mar de lágrimas la, confusión de los gemidos: todos los vecinos corrían á los montes vecinos para librarse en las alturas de sus cimas de la inundación de sus aguas que juzgaban estarlas viendo: apretó tanto la fatiga, que los pecados no se decían sino que se gritaban, muchos de confusos buscaban como ministros de la penitencia á los legos que encontraban; es cierto que deseaban los hombres en los ministros Argos de vida.

Cada mortal representaba su tragedia, en el funesto teatro de esta Corte: los trajes eran tan ridículos, que al no hallarse todos comprimidos de igual pena, hubieran sido los unos risa de los otrosí ver á los sujetos mas graves, queriendo que las palmadas de sus manos sirviesen de freno á lo incorregible de una bestia: era ver una corte sin juicio, ó una aldea sin sujeción. Y lo que es mas las esposas de Jesucristo acostumbradas á vivir en el corto recinto de sus clausuras, dejaron las ruinas de sus conventos, buscando en la huida, la seguridad de sus vidas.

Dejó de crecer este monte de fatigas, á poco mas de las cinco de la tarde en que se hizo notoria la falsedad de la noticia, pero no me admira la creyesen los ciudadanos como cierta, cuando rara vez se califica como falso lo malo de una nueva; y mas cuando tenían tan cerca el estrago del presidio del Callao, en el que perecieron sus habitantes con la inundación del mar, que los tragó en la noche del primer terremoto, como después diré á U.

Los que se habían acogido á la plaza mayor, apenas enfermaron con el susto, cuando convalecieron con la presencia de María; cuyo hermosísimo bulto de la advocación de las Mercedes salía á este tiempo por la puerta del Convento de San Miguel de Mercedarios, no para sosegar las aguas que se presumían, sino para contener el movimiento de la tierra que no cesaba.

Llevaban esta sagrada imagen en sus hombros muchos sacerdotes acompañándole por uno y otro lado en dos lilas la venerable comunidad de Mercedarios, con los pies descalzos, cabezas y rostro encenizados, demostraciones que además de ser piadosas por el ejemplo, son también ásperas por la penitencia; al punto que entraron en la plaza, colocaron á esta divina imagen, en una Capilla de madera, que con la brevedad de un día pudo fabricar la devoción de muchos años. Aquí un religioso de la misma orden predicó mas de hora y media, principiando su sermón con las siguientes palabras ¡Lima, Lima, tus pecados son tu ruina! que fueron las mismas con que el V. P. Fray Luis Galludo de San Ramón, religioso de la misma orden, exhortó en este lugar á los de Lima pocos minutos después del gran terremoto de 20 de Octubre de 1687; la divina Sra. permaneció 20 días colocada en la mencionada capilla , donde todos iban á socorrerse de consuelos, y asegurarse de esperanzas, tributándole como culto penitencias, y ofreciéndole como sacrificios mortificaciones.

En este mismo día se vieron dos milagros apurados en un prodigio, que asombrando con la maravilla, enternece con el suceso; de modo que, lo que se admira con lo que se contempla en el acaso, entristece con lo que se advierte en la tragedia. La noche primera del terremoto quedó entre las ruinas de un edificio, sepultada una mujer con un hijo de pocos meses, pero sirviéndole de amparo el mismo estrago, y de seguridad la misma ruina, á los cuatro días desenterraron á aquella infeliz libre y al hijo vivo, debiendo no morir este á los pechos de la madre, y debiendo el vivir aquella á la soberana providencia, que en tales conflictos por mas que extienda sus castigos, propaga sus piedades.

Entró el día 31 y fue tan grande el hedor delos insepultos cadáveres que empegaban á corromperse que era nuevo temor de peligro lo infestado del aire que soplaba; conducianse de veinte en veinte, y de treinta en treinta los cuerpos muertos que serian hasta mil trescientos, para que lograsen como sepultura, los hoyos que se abrieron en los cementerios y plazas.

Era un horror tener á la vista como espectáculo de la tragedia los cadáveres de los nobles y plebeyos, de los grandes y pequeños, de los ricos y pobres, causando cada uno según su estado y distinción mayores lágrimas en el lamento; cual envuelto en un andrajo, cual con una jerga sucia amortajado cual con solo la cara cubierta, por minorar el horror al espanto, y muchos del todo desnudos, y sin mas cobertura que el erizado pelo de sus cabezas, que entre los desgreños propios de tan infeliz estado servían de mayor lástima á la pena.

No por esto cesó la hediondez, sino parece que se producía de nuevo el mal olor de los cadáveres, por que se exhalaban pestíferos hálitos de los muertos que no se pudieron sacar de los arruinados edificios, ni desenterrar de los montes de tierra que en cada calle había; de modo que por el hedor se habían hecho como domésticas las sepulturas, y como compañeros los osarios; añadiéndose á esto los caballos, jumentos, mulas, perros y demás animales domésticos que corrieron como los hombres igual tormenta en el suceso, y como de mayores cuerpos salían mayores las exhalaciones que solo ellas bastaban para acabar con un mundo de hombres con el veneno de su hediondez.

Siguióse la multitud de hombres, mujeres y niños, que arrojados en las calles, plazas y huertos, sin brazos los unos, sin pies los otros, y gravemente heridos los mas^ acababan de mal curados, ó fuera de tiempo socorridos: y algunos de ellos finalizaron la vida, sin mas alivio que un suspiro, ni mas medicina que un lamento, siendo á ellos la muerte el único remedio de sus dolores.

Siguióse también el hambre, especie de tempestad que con lo mismo que envuelve la fatiga trae la desesperación, lima sorda de los mortales, que sin acabarlos los consume, llave maestra de las enfermedades, y puerta franca de las pestes, que consumiendo la sustancia de los vivientes, y acabando las buenas calidades que los componen, los deja expuestos á los males, y como constituidos en tal estado con mayor peligro de sus vidas.

Faltó lo primero el pan, porque arruinadas las oficinas de las panaderías, los hornos y demás instrumentos de amazar, no fue posible á el abasto en los tres primeros días después del terremoto, ni fácil la reedificación de los hornos, deshaciendo el continuo movimiento lo que el artificio disponía: después corrió una especie de pan ó mazacote que mas se componía de tierra que de harina, cuya aspereza á la masticación fastidiaba por las arenas que se sentían é insipidez al paladar, y por el ningún sabor que se gustaba, causó tanto enfado á la apetencia, como desesperación á la necesidad, que buscaba á otros equivalentes comestibles, sino como á remedio de la escasez, como alivio de la urgencia. En los demás necesarios para el mantenimiento humano, fue tal la carestía que lo que antes se vendía por uno, se daba entonces por cuatro, valiéndose la malicia de la mayor tiranía; crueldad de los rateros que observan el tiempo para encarecer sus nimiedades.

Y no solo estos tuvieron como cosecha de su infamia las escaseces de los pobres, sino que los logreros, polillas de las Repúblicas, gentes que viven de la usura, y andan á caza de las urgencias para enriquecerse con lo que roban, compraban las alhajas de oro, plata, piedras preciosas y perlas, por precios tan ínfimos, que sus dueños apenas comerían en un mes con el importe de aquellas, con cuyo producto en otro tiempo vendidas, pudieran comer en un año.

Acabóse el infausto Octubre para los habitadores de Lima, y principió el deseado Noviembre, en cuya primera noche se observaron las estrellas no habiéndose advertido en las pasadas, planeta fijo ni errante, por los continuos nubarrones que ocupando la atmósfera embarazaban su aparición.

El primero de este como mas fatigados de la necesidad los vivientes, ocurrieron á sus bienes, como auxilio de sus males; pero ya de ellos habían hecho présalos ladrones, cebando sus inclinaciones sin proporción en los huertos; de modo que habiéndoseles acabado el cebo de los vestidos y alhajas empezaban á arrancar de las casas arruinadas los maderos puertas y ventanas, que sus mismos dueños muchas veces compraban para la nueva disposición de los albergues que edificaban: siempre gente de esta clase abunda en las grandes Cortes, y mas en esta en que la diferencia de naciones, se ha hecho como miscelánea de colores; y como menos expuesta al rubor, mas inclinada á latrocinios 6 insultos en que las mas veces son comprendidos estos díscolos y malvados.

En este día se experimentó un movimiento muy extraño á los pasados, se mecía la tierra sin hundirse, se movía sin alterarse, faltando el estrepito al remezón, y la concusión al movimiento; parecía que ella sobre las aguas nadaba, ó que se había vuelto movedizo el globo de su máquina.

Este susto puso en mayor cuidado á los ciudadanos, que temían se abriese el centro de la tierra y los tragase en sus concavidades, como sucedió á doce ciudades de Asia, según escribe Cornelio Tácito en el segundo de sus Anales, ó á Catoria como quiere Nicejoso en el libro 1º capitulo 17 de la historia eclesiástica. Lo mismo se puede ver en el mundo subterráneo del Padre Kinter; padeció una ciudad de Calabria nombrada el Castillo de Santa Eufemia, y muchas de Nápoles si hemos de dar crédito á lo que escribe en una carta el Cardenal Jacobo de Papia.

Verdaderamente este movimiento de tierra es una de las especies de temblor que llaman Duhamal, Inclinación, y Juan Zahu, Tremor, que es cuando se mueve la tierra á la manera de un navío, que expuesto a los vaivenes de las olas, si á la que se sumerjo, no se siguiera la que lo levanta, serviría de trofeo á lo inconstante de las aguas: del mismo modo, este si á un mismo tiempo no fuera la ruina y el reparo restituyendo lo que de una parte inclina con el movimiento de la otra que levanta se siguieran infalibles la ruina y el estrago; además de ser este el que se traga las tierras sin dejar de ellas señal ó el que las mueve de un lugar á otro, por que el movimiento subterráneo recogido como en un remolino con este género de tempestad muda los lugares como refieren Plinio libro 2 capitulo 85 y Bembicio libro 6 capitulo 15. Con este terremoto se arrancó un pedazo de tierra muy considerable, y con sus sembrados se halló trasladado á unos campos vecinos del Callao, que es lo mismo que con otro semejante terremoto, sucedió á un monte en el Nuevo Reyno de Granada, como consta del libro 16 Capitulo 8 de la Historia Natural que escribió el Padre Eusebio Nisemberg: terminaron pues aquellos vaivenes de la tierra con cinco temblores que sucesivamente acontecieron.

A las diez de la noche en este día abortaron las nubes una especie de menuda lluvia que continuó cayendo hasta las siete de la mañana del siguiente día, y creo que abiertas las oficinas subterráneas, y rotos los conductos y poros, con tan repetidos movimientos saldrían ejércitos de exhalaciones mezcladas de las partículas nitrosas sulfúricas y oleaginosas, que volviendo á buscar el centro, de la tierra, convertidos ya en malignas gotas por infrigidación del aire superior, esterilizaron los campos, y abrazaron las sementeras; dejando á los hombres con la malignidad de su respiración y pestíferos eruptos de sus bostezos, expuestos á catarros, dolores pleuríticos y profluvios de vientre; enfermedades que padecieron los de Lima, después de los dos grandes terremotos que sintieron á 20 de Octubre del año de 1687 á las cuatro horas de la mañana el uno, y á las seis de la misma el otro, acabando de arruinarnos este, lo que aquel empezó, á derribar, de los que haciendo memoria el Dr. D. Pedro Peralta en lo segunda parte de su Lima fundada, describe en las cuatro octavas de las que diré, la ochenta y una del canto sesto que es la última del asunto:

Dará el orbe mayor vaivén segundo,
Y acabará cuanto dejó el primero;
No fábricas, la fábrica del mundo
Teme al impulso vacilar severo;
No las ruinas, el seno si profundo,
De la tierra se amaga horror postrero;
Pues rompiéndose en abras, podrá creerse,
Que va hasta el mismo suelo va á caerse.

El día dos llegaron las noticias de lo acaecido con el terremoto en los lugares circunvecinos á esta Capital; de los que algunos 'sintieron el ruido, pero no experimentaron el estrago, y otros totalmente se arruinaron, como sucedió en Paris con el movimiento de tierra que experimentó 4 las tres de la mañana del día 12 de Mayo de 1682 en que algunas de sus regiones adyacentes no padecieron ruina, y otras como la Ciudad que vulgarmente se llama Remiremoat sita cerca del rio Mosalla, padeció toda la violencia del estruendo.

En este día se lograron ver en las grandes plazuelas, y plaza mayor de esta corte, varias procesiones públicas, en que la mortificación de los que acompañaban, movía el dolor de los que veían; muchos sacerdotes descalzos, ceñidas sus sienes con espinas, sus cuellos oprimidos con sogas, sus pies sujetos con duras y pesadas cadenas que arrastraban, llamando á penitencia con su ejemplo, y provocando á lágrimas con sus suspiros. Vestidos otros de un saco con el semblante tan pálido y amarillo, que mas parecían cadáveres, que avisando lo frágil de esta vida, representaban en si mismos lo caduco y momentáneo de sus felicidades. Algunos con un Crucifijo en las manos levantaban las voces al Cielo, y poniendo los ojos en la sagrada efigie, repetían muchas veces esta voz ¡Misericordia! a cuyo eco el anciano mas protervo, el mas obstinado hombre, la mas dura mujer, el mas licencioso joven, y el mas descuidado niño, si entonces hubieran tenido los corazones de piedra creo los hubieran convertido en cera, para derretirlos al fervor de tanto ruego. Hubo sacerdote prelado de cierta religión, que desnuda la espalda, mortificados sus ojos con duras puntas de hierro atormentada su boca con un pesado freno, y encenizado su rostro llevaba tras si un religioso lego, que en voz de pregonero decía: Esta es la justicia del Rey de los Cielos que manda ejecutar en este vil pecador; y al terminar las últimas palabras descargaba este ministro de la obediencia sobre las espaldas de su ejemplar prelado, y venerable sacerdote, tan fuertes golpes con lo crudo de su hierro, que rompiéndole la carne hacia verter la sangre de sus venas.

Acompañaban á estos piadosos ejercicios, innumerables hombres y mujeres. sin que la mas delicada doncella, ni el mas tierno niño, cada uno aun nías allá de la proporción de las fuerzas perdonase la mortificación y el castigo; y las roas de las principales señoras, trocaron el lino y el brocado, por lo duro del sayal y áspero del silicio; pero nunca con sus adornos, y cuando imitaban á Cristo en la pobreza, y despreciaban como vil, la que aprecia el mundo como noble: engaños que abriendo los ojos del cuerpo ciegan los del alma, para que saliendo de la vida, vean el fuego que merecen y se priven de la gloria que no alcanzan.

De estas funciones han habido tantas, que pedía lo particular de cada una, un dilatado compendio para explicar la variedad de mortificaciones, y no lo ceñido de una carta, para referir la diversidad de penitencias, que dudo las haya ejercitado el mas observante religioso en su clausura, el mas austero hermitaño en su yermo y el mas solitario anacoreta en su cueva, dejando estos el fruto del ejemplo, cuando salen de vivir, y dando aquellas reglas de mortificación, cuando aprenden á morir, y entonces las virtudes de los unos se publicaban, cuando las de los otros ahora se conocen.

Desde el 28 de Octubre á las diez y media de la noche hasta el 1º de Noviembre tembló la tierra 220 veces; después fueron 46 los movimientos hasta el día 10 en que se mandó por decreto del mismo día que D. Luis Godin catedrático de matemáticas de esta Universidad, diese parecer sobre el plan ó diseño de la forma, regla y medidas, en todo género para edificar de nuevo las fincas arruinadas; á que respondió el día 14 que el país no permitía construcción pesada, ni edificio elevado, y que en la nueva reedificación de los templos, tribunales y palacios, no se puedan levantar semejantes edificios, dándole una cierta diminución en el grueso de sus paredes, que sea un décimo de su altura, de modo que teniendo la pared ocho varas de alto, llegue esta diminución á ser de los cuatro quintos de una vara, á ocho varas de elevación; y asegura que esta diminución en lo exterior, no causará algún mal efecto, y que en lo interior para que no lo cause, se forrará y cubrirá con una tablazón, que se levantará á plomo, sobre pies derecho, fuertes de maderas a distancia de tres Taras uno de otro; y que las habitaciones interiores de los particulares de esta ciudad, se hagan de quincha, con sus techos de tijera; que será muy útil ensanchar las calles hasta doce varas, y que de ningún modo se permitan balcones, arcos de bóveda, ni torres redondas, y que seria muy conveniente aislar todas las casas, y construirlas de quincha en forma de un cuadrado abierto ó cerrado, y otras cosas que omito, siendo todas para la mayor seguridad de las viviendas, y haciendas de los que pueblan este lugar.

Remitió el Supremo Gobierno de esta, á los muy ilustres Señores de su nobilísimo cabildo el provecto de D. Luis Godin, y respondieron que la idea era bellísima, cuando se fundase la Ciudad en una área libre de fábricas en que pudiera practicarse todo lo que previene en su provecto, sin que sirviesen de mayor impedimento, las que han quedado en muchas partes subsistentes, á que pudiera añadirse la forma de las esquinas redondas á imitación de Palermo y que habiéndose de arruinar todo lo que hay existente para hacer terraplén en el mismo sitio que hoy tiene la Ciudad, como es su parecer concluye D. Luis, se reconoce la insuperable dificultad, de que si apenas hay probabilidad para reparar las ruinas, mucho mayor es la de fundar la población en distinto sitio. ¿Cual será la que se advierte en deshacerla, formarle la área, y labrarla de nuevo?

Por lo que el Supremo Gobierno con otro decreto de 19 de este, mandó segunda vez que D. Luis Godin diese otros arbitrios, declarando indubitablemente lo que se ha de ejecutar con los templos y edificios, que aun después de la ruina existen, á que respondió el día 25 del mismo mes, reproduciendo lo antes decidido acerca de la fábrica de casas y, añadiendo si, que las torres y edificios altos se cercenasen, estableciéndose como ley inviolable la prohibición de construcciones altas [miradores], galerías y balcones; y que pidiendo la ciudad mayor extensión, supresas las viviendas altas, se rompan las murallas para que crezca la población, y se haga mas extendido el vecindario, y que sola tal cual Iglesia, tenga tres naves, por estar estas fábricas muy expuestas á animarse y arruinar; que los pocos edificios y templos que á la apariencia se juzgan ilesos, en lo interior de sus cimientos ocultan los efectos del estrago: cuyo informe remitió el Supremo Gobierno á el muy Ilustre Cabildo, quien se conformó con el proyecto expresado de D. Luis; en lo que he expuesto, lo que he callado se verá en su lugar, y lo que resolvió sobre esto el Supremo Gobierno con la vista del Sr. Fiscal.

Desde el 10 hasta el 18 tembló la tierra 04 veces, unas con mas movimiento que otras. En este día se publicó un bando en que se mandó que ninguno vendiese pólvora á los coheteros ni que persona alguna disparase invención de fuego, por que en el gran terremoto de 20 de Octubre ya mencionado arriba, ardieron con el fuego de un cohete la capilla y pajizos albergues, á donde se habían acogido las religiosas Claras; y no siendo hoy de otra cosa las chozas en que incómodamente viven los ciudadanos, experimentando las crueldades del sol, y padeciendo las intemperies del sereno que de materiales combustibles, como esteras, cañas, maderas, y algunas de crudos ó gergas, estaban sin esta prevención muy expuestas ya que no fuesen ruinas del temblor, á ser estrago del incendio con estas invenciones de que sé paga la plebe de esta corte, para quien no hay culto si no hay cohetes, ni hay oración si no hay cantos; gente que tiene lo material por mas devoción, y lo sensible por mayor festividad.

A las once de la noche de este día se conmovió gran parte de la gente con la novedad de que se salía el mar; es cierto que los golpes de las olas sobre los barrancos hacían tal estruendo, y daban tales bramidos las aguas, que se juzgaba inundación de su salida, lo que de su alteración era movimiento; á las doce de la misma cerca de un cuarto de hora, cayó tanta agua, que continuada creo que hubiera sido ruina para las habitaciones de hoy, como el remezón estrago á las pasadas.

El día 19 fueron tres los movimientos de tierra á los que acompañó la melancolía del cielo y lo desenfrenado del aire, por el aspecto de aquel se predecía el mal, por la violencia de este se prevenía el riesgo, pero ni uno ni otro se experimentó adverso, porque el cielo mudó de ceño y el aire se puso sereno. En la noche de este volvieron los ciudadanos á embargarse de nuevos sustos con la salida del mar que pensaban, y las mujeres en quienes las novedades mas fácilmente imprimen que la realidad desengañándolas, lo que sueñan creen, y lo que el vulgo dice abrazan, sin prevenir los fundamentos de la noticia para la creencia, ni lo difícil de la novedad para el asentimiento.

El día 30 á las cuatro de la tarde tembló la tierra una vez; en la noche desde las siete hasta las nueve y tres cuartos, cayó una menuda lluvia, la que cierto servirá de cauterio á los vegetales y á los sensitivos y racionales de enfermedades y pestes: á las doce de la misma corrió tan desenfrenado el Norte, que con su violencia parece quería levantar las chozas ó arrebatar á los mortales; efectos todos estos de las malas cualidades, que imprimían el aire con lo inficionado de la tierra que transpira.

Sucedió al ultimo de Noviembre el 1º de Diciembre, en cuyo día la tierra dejó de moverse, el aire de inquietarse, y el Cielo de enojarse, todo fue una serenidad, y todo un sosiego; de modo que la alegría del día, hacia alegres á los hombres que en treinta y tres días de tormenta, no habían experimentado otro igual á este en lo templado, ni parecido en lo sereno.

Llegó la noche, y sus sombras hicieron sombras al mayor sacrilegio, y sus oscuridades sirvieron de capa á la mayor impiedad. Un sacrílego en esta, sin temor a lo divino ni veneración á lo sagrado, quitó el rosario de la mano á una imagen de bulto de la Santísima Virgen, que con la advocación del Rosario, veneran hoy los fieles como á su tutelar en la plazuela de Santa Catalina, donde la fervorosa cristiandad le ha construido una Capilla de madera, que por la frecuencia de devotos, ha pasado á santuario, la que de la necesidad se hizo templo, y de la contingencia oratorio. Omito otros casos iguales á este, por que entiendo que este solo, hará conocer á U. lo insolente de la plebe y gente baja de esta corte, que ni por miedo de la tierra castigada, ni por temor de un Dios ofendido, distingue á lo sagrado para sus hurtos, ni de lo humano para sus robos.

Aun no habían respirado de gozo los ánimos con la serenidad del día 1º, cuando la tierra que no se olvida de la tormenta, volvió el día 2 á sus pasados remezones, temblando cuatro veces; á las dos y media de la tarde, á las tres de la misma, á las diez y tres cuartos de la noche, y á las once y media de la misma, cuyo sacudimiento enfadó tanto al aire que doblando las fuerzas á su impulso, quiso con su violencia imitar el estruendo del terremoto.

En este día á las tres de la tarde salió de la Recoleta Dominica una procesión con las imágenes de bulto de Jesús Nazareno, la Virgen del Rosario, y Santa Rosa Peruana, que llevaba la Venerable comunidad de Recoletos acompañándoles grande multitud de todo sexo de penitentes, y por atrás la mayor parte de Señoras, cantando los misterios del Rosario, con tanta ternura de voces que fueron emulación santa de las ilustres que asistieron, y justa envidia da las plebeyas que faltaron; luego que vi con los cabellos cortados, descalzos los pies de muchas encenizadas, y todas vestidas de lana á las que en otro tiempo apenas se veían por los cristales de sus carrozas ó velos de sus mantos, pidiendo ahora por las calles públicas, perdón de las pasadas profanidades, dije: ¡O dichosa nobleza que conoces lo vil de lo caduco, en comparación de lo supremo, á lo eterno! Llegó á la plaza mayor esta procesión, y un religioso dominico con celo apostólico y verdad católica, manifestó los engaños que por ocultos no se conocían, y por callados se ignoraban.

En este mismo día á las diez de la noche el rosario de la Virgen que sacrílegamente había sido robado en la pasada, se restituyó por medio de un sacerdote que lo entregó á D. Diego Zavala Esquibel y Navia, Capitán que ha sido tres veces de tropas regladas, y hoy Juez comisario de muchos barrios.

El día 3 y 4 fueron iguales en la quietud de la tierra y serenidad del Cielo. El día 5 mientras duró el sol fue favorable, pero luego que vino la noche, se mostró enemiga con la garúa que empezó á caer desde las siete hasta las diez, en que el Cielo vistiéndose de negras sombras, y ocultando la claridad que al principio tenia, dio á conocer su enojo con un grande movimiento de tierra que acaeció á las diez de la noche.

El día 6 tembló á las cuatro horas de la mañana, y desde entonces empezó á llover hasta las seis, lo que ha causado un general catarro y continuas toses, además de las impertinentes sabandijas que se han producido con la putrefacción de la tierra por estas malignas gotas. Este día fue oscuro y destemplado, pero su noche serena y clara, aun faltando la aparición de las estrellas, que no pocas claras hacen las noches de este tiempo.

El día 8 fue muy destemplado y oscuro. Tuvo la tierra tres grandes movimientos; á las dos de la tarde uno, á las tres y tres cuartos otro, y á las cuatro y seis minutos el último.

El día 9 no se padeció movimiento alguno. El diez fueron dos los remezones, habiendo acontecido á las tres y media de la tarde un movimiento de tierra igual al que se padeció el día 1º de Noviembre como se ha expresado.

El día 11 en todo fue favorable; el 12 á las nueve y quince minutos que fueron las mismas horas de la conjunción tembló la tierra, causando gran susto por lo ruidoso de la concusión.

El día 13 tembló á las tres y media de la mañana, y á las cuatro y cuarto de la tarde. El día 14 no hubo movimiento si, una gran lluvia desde las siete de la noche hasta igual hora de la mañana del día siguiente, la que sin duda causará los efectos que en varias partes he dicho.

El día 15 tembló á las diez y media del día, á las cuatro y media de la tarde, á las cinco, y á las seis y cuarto; la noche fue muy serena y clara.

Los días 16 y 17 fueron iguales al 11; y siguieron en todo su venignidad. El 18 tembló á las ocho horas de la noche. El 20 á las dos y media de la mañana, á las cuatro horas de la misma, y á las seis y tres cuartos. El 21 tembló á las tres de la mañana, á las once del día y á las doce de la noche. El 22 á las dos de la mañana, y á las once de la noche. El 23 á las tres de la mañana. El 24 á las tres y cuarto de la tarde. El 25 tembló á las tres de la mañana, á las cinco de la misma, y á la una y media. El 26 á las diez del día. El 27 tembló á las seis y tres cuartos de la tarde; en la noche de este día desde las doce llovió hasta las cinco y media de la mañana del 28, tanto que no quedó habitación que no participase las incomodidades de la lluvia, que ocasionó muchas enfermedades, es cierto que por lo pálido de la Luna según asienta el Padre Zahnse predecía la larga lluvia que se experimentó en este día.

El 28 tembló á las doce y cuarto de la noche. El 30 á las nueve del día, á las seis y tres cuartos de la tarde, y á las once de la noche se sintieron dos remezones muy grandes, excediendo el segundo en la violencia al primero. El 31 tembló á las cinco y media de la tarde.

Terminó Diciembre del fatal año de 1746, y principió Enero del temido 47, cuyo día 1º se hizo mas de parte del favor con la benignidad de la quietud, que siguió el partido de la injuria, con la comunicación del movimiento; pero parece que el mismo no alterarse la tierra con la concusión fue tregua para repetir con mas estruendo, pues se experimentó el día 2 á las doce del día tanto sacudimiento que consternó á los habitantes temiendo segunda ruina.

El día 3, tembló á las tres y cuarto de la tarde, habiendo llovido antes desde las dos de la mañana hasta las seis de la misma. El 4 tembló dos veces, á las siete de la mañana, y á las once y media de la noche. El día 5 dejó de temblar, pero no dejó de llover desde las once de la noche hasta las cinco de la mañana del día 6; esta especie de tempestad, en lo aparente trae disfrazada la malicia, pero en lo efectivo ha sido otro movimiento de tierra, qué si no ha destruido los materiales de las fábricas ha deshecho los edificios racionales de los hombres con las enfermedades que han causado lo impetuoso y maligno de sus aguas.

Los días 6 y 7 siguieron al 2. El 8 tembló á las cuatro de la tarde. El día 9 a la una del día; el 10 á las seis de la tarde. El día 11 á las once y media del día. El 12 á la una y tres cuartos del día y á la una de la noche. El 13 á las ocho y tres cuarto de la noche. El 14 á las once y tres cuartos de la misma. El día 15 á las tres de la tarde, habiéndole precedido una lluvia como las pasadas, desde las dos de la mañana hasta las siete de la misma.

El día 16 padeció tres movimientos, á las tres de la mañana, á las siete y media de la misma y las siete y cuarto de la noche. A las doce de este día se publicó en la plaza mayor un bando sobre las fábricas de las Iglesias, conventos, casas, y rebaja de censos; cuyo tenor no expreso por tratarse al presente en la Real Audiencia, y junta de Tribunales de su resolución definitiva, con la súplica que han interpuesto todos los interesados; en este día á las siete de la mañana el S. Virrey, en la área del arruinado presidio del Callao, tomó en las manos un instrumento de fierro que llaman ''pico'' y abriendo las primeras zanjas dio principio á la obra del pentágono que se empezó á fabricar según la yenografía que de él ha hecho D. Luis Godin, Cosmógrafo mayor de estos reinos; á este tiempo disparó todos sus cañones la nueva batería nombrada San Miguel, con tanto regocijo de los oficiales que estaban presentes, que juzgaban ya inexpugnable el muro, lo que era defensa principiada.

En este día so esparció una voz de que el fuego del cielo había de confundir con sus llamas, lo que el movimiento de tierra dejó de arruinar con su estrago; la que no solo desanimó del vital aliento los espíritus de muchos, sino que á algunos los consternó de modo que cada conversación sobre este asunto les era sino un Vesubio aprendido, un Etna imaginado; afirmaban que una mujer virtuosa vio entre sueños deshacerse en cenizas con fuego que del cielo caía, una Ciudad indifinidamente "De los sueños como V. habrá visto en San Gregorio Lib. 8° Moral. Cap. 13 y libro 8º Dialogo Cap. 48º son tres los autores, Dios, el Demonio, y la Naturaleza. Si este hubiera sido de los que Dios sugiere por medio de los Angeles, es cierto no solo hubiera sido piadosa sino aun licita su observación, como lo enseña el Ilmo. Zara; pero habiendo de los que siguen la aprehención de la fantasía, como muy bien lo previene en la ''Higiastica el P. Leonardo Lessio", debió mas bien examinar que temerse, y mas cuando lo mismo se dijo después del gran terremoto del 20 de Octubre de 1687 tantas veces referido arriba; de lo que haciendo memoria nuestro Peralta en la obra que cité en la pág. 378 trae la siguiente octava:

Será el cielo un abismo levantado,
En que las negras nubes inminentes
Pareserán al Orbe contornado;
Volantes Etnas, Liparis pendientes;
Caerán luego de un cielo imaginado
Falsas revelaciones tan frecuentes,
Que cometas se harán aprendidos,
Mas eficaces, mientras mas Ungidos.

El día 17 tembló á las doce y tres cuartos del día, y a los ocho y media de la noche. El 18 á las doce y nueve minutos de la mañana, y á las cuatro de la tarde con fuertísimo aire que comenzó á correr desde las once de la noche hasta las tres de la mañana; la grande copia de hálitos salitrosos y exhalaciones sulfúricas que con tan repetidos movimientos han subido de las entrañas de la tierra por la actividad del fuego subterráneo, y los Vapores del mar elevados con el calor del sol han causado en esta tormenta tanta inquietud y alteración en los vivientes.

El día 19 no tembló, pero fue igual la violencia del aire desde las ocho y tres cuartos de la noche hasta las dos y media de la mañana del día 20, al impulso del que se experimentó el día 18. El día 20 cesó el movimiento, y logrado quietud la tierra goza de toda benignidad, así en el aspecto del cielo como en el influjo de los astros.

El día 21 tembló á la una y media del día y al punto se obscureció el cielo, vistiéndose los cerros vecinos de una espesa niebla que no se deshizo hasta las dos de la tarde en que recobrando el día su primera claridad se desnudaron aquellos de la niebla que los cubría, habiendo caído antes por espacio de dos horas un menudo rocío, que no seria pequeño riego para fomentar el verdor que tiene hoy con tan copiosas lluvias que han recibido los cerros de la Chapa, el de los Loros, Cabeza de Baca, la mina Peña Pobre, Mata Caballos, y las laderas de Arce que miran al Valle de Huanchihuaylas; suceso irregular, en un tiempo en que so» mas los ardores del sol con que abraza, que las luces con que alumbra, despidiendo en cada rayo una centella que derrite ó una llama que destruye, que á no moderarse el viento de cálido con lo que participa de refrigerio, pasando por las cordilleras vecinas, morirían los vivientes abrazados, y se aniquilarían las sementeras quemadas.

El día 22 no se experimento movimiento; á las siete y cuarto de la noche hasta las diez se dejó ver la Luna clara no habiéndose manifestado á los ojos de los mortales en doce días de lunación, por las espesas y negras nubes que condensadas con los muchos hálitos salitrosos ocupaban la atmósfera, signos todos estos fatales y melancólicos que cuando no causan mal con lo que demuestran, causan horror por lo que figuran.

El día 23 se publicó por bando un auto de los Señores del Real Acuerdo, en que se puso el precio debido á todos los materiales y efectos necesarios para las fábricas, haciéndose individual de cada cosa en el auto, una singularidad en la tasa y juntamente á todos los albañiles y carpinteros, así maestros como oficiales, peones y sobrestantes de obras, se les señaló la justa cantidad como premio de su trabajo que debían de recibir de jornal cada día imponiéndose penas graves á los transgresores de este bando, porque antes de él cada uno de aquellos se habla hecho, como arbitro de las pagas y alterador de los precios, imposibilitando con esta tiranía el mas breve desmonte de los arruinados edificios, y pronta edificación de las casas.

En este mismo día se fijó en las cuatro esquinas de la plaza mayor y puerta del Consulado un edicto del Prior y Cónsules de este Tribunal; en que mandaban compareciesen á alegar sus derechos todos los que tuviesen acción á las maderas nuevas y demás efectos de comercio, que sorbió el mar con su salida en la noche del primer terremoto. y arrojó después á las playas vecinas, por que uno de los interesados quería sacará su costa los arrojados despojos de esta naturaleza, dando una pieza por otra, y se prevenía en el edicto que de no comparecer dentro de tercero día los que tuvieren derecho, se hallarla precisado este Tribunal á convenir con la propuesta con el primero que se presentase, por ser grande el detrimento que corrían en las playas estos efectos, así por las aguas del mar que los deshacen, como por los insultos de los ladrones que los minoran.

El 24 tembló á la una y cuarto; en este día empezó á correr el despacho de la Real Audiencia, habiéndose acabado de reedificar y componer las ruinas que causó en sus Salas el movimiento de tierra con su violencia.

El 25 tembló á la una y tres cuartos del día, á las dos y media de la tarde, y á las ocho de la noche; corrió en este día viento muy favorable que moderó no poco con su suavidad los calores de la canícula.

El 26 fue en todo favorable, el 27 tembló á la una y tres cuartos, y á las diez del día; en este se creyeron estruendos los temblores, los que en realidad fueron truenos de los muchos rayos que en las vecinas sierras caían; por que examinada la causa de tan ruidosa repetición que en este día se experimento, se halló ser de los truenos, que siendo allá tempestad que ejecutaba con el estrago, era acá inquietud que movía con el amago.

El 28 tembló á las siete y media de la mañana. El 29 fue igual al 26. El 30 tuvo la tierra dos movimientos á las cinco de la mañana, y á las siete y cincuenta y nueve minutos de la misma. El 31 tembló á las diez del día, y á las cuatro y tres cuartos de la tarde.

Entró Febrero y en su primero día tembló tres veces la tierra, á las siete y veintinueve minutos de la mañana, á las tres y media de la tarde, y á las doce y cuarto de la noche. En este día se leyó y fijó impreso, así en la Capilla ó ramada exterior que sirve de sagrario para la administración de los Santos Sacramentos, como en las puertas de las Iglesias y demás Capillas ó ramadas, un edicto del V. Dean y Cabildo, en que se mandó con precepto formal de santa obediencia, "que obligue en conciencia, y comunicación de censuras" que todas las mujeres de cualquier estado, calidad ó condición que fuesen, no usen ropas que no les lleguen hasta los pies, y cuando montaren á mula los cubran, como también en todo tiempo los brazos cubiertos hasta los puños, y bajo el mismo precepto, no permitan que sus criados usen vestuario de otra forma.

Los días 2 y 3 se experimentaron benignos; el 4 tembló dos veces, á las cuatro de la mañana, y á las dos de la tarde; habiéndose padecido en este día una espesa niebla que duró desde las cuatro de la mañana hasta las siete, en que saliendo el sol deshizo esos vapores malignos.

El 5 tembló á las 9 del día y á las doce y media, con un fuertísimo aire, que no cesó hasta las nueve de la noche. El 6 tembló á la una y media, y á las seis y tres cuartos de la tarde; el 7 a las ocho de la mañana, y á la una y cuarto de la noche. El 8 siguió al tres. El 9 tembló á las tres y media de la mañana, á las dos de la tarde, á la misma hora y siete minutos, á las tres y cuarto, y a las cinco y media de la tarde con un tempestuoso viento, que desde las dos de aquella, duró hasta las doce de la noche.

El 10 tembló á las siete y media de la mañana y á las cuatro y media de la tarde; el 11 á las seis y cuarto de la mañana con espesa niebla, que desde las cuatro y media de aquella no se deshizo hasta las siete de la mañana siguiente. En este, por decreto del Supremo Gobierno, D. Luis Godin midió un terreno de la hacienda de Doña Fructuosa Figueroa y Zavala, que está á la mano izquierda del Camino real del Callao, con distancia de un cuarto de legua de él, donde se han de formar las bodegas y pueblo, de Vellavista: tiene de sitio 298,859 varas cuadradas de superficie, que hacen siete fanegadas y una quinta parte con muy corta diferencia.

El día 12 a las ocho y media de la mañana el Excmo. Sr. Virrey, la Real Audiencia, y los Cabildos así Eclesiástico como secular, fueron desde la plaza mayor en procesión formada á la Iglesia de Santo Domingo, donde recibieron la milagrosísima imagen del Rosario cuyo hermoso bulto se venera en aquel templo, y en urnas de cristal los sagrados huesos de Santa Rosa y San Francisco Solano, Tutelares y patronos de Lima, que con el acompañamiento de las religiones de los esclarecidos Domingo y Serafín Francisco entraron en la plaza, y colocando así aquella prodigiosa imagen, como las sagradas reliquias en el altar mayor de la ramada que sirve de sagrario, donde estaban también depositados, en otra urna igual, los sagrados huesos de Santo Toribio Alfonso Mogrobejo, Arzobispo que fue de Lima; se dio principio á la solemne rogativa y misión de sermones que el V. Dean y Cabildo dispuso para aplacar con ella la Divina justicia, como lo han hecho los SS. Obispos y Cabildos de las Iglesias Catedrales del reino, lo que acá fue antes tan imposible practicar con la serenidad que ahora se ejecuta, por la ruina de la Catedral y retiro de las mas principales familias, que desterradas por el estrago de los edificios de la Ciudad, y confundidas del horror que causaba cada habitación demolida, buscaron como consuelo de sus fatigas las campiñas y chacras, que en otro tiempo mas que para alivio del cuerpo solicitaban para recreo del ánimo. Y en los días pagados (aun faltando á la Ciudad el numeroso concurso que antes con la Variedad do gentes la hermoseaba) hubo procesión de mas de seis mil almas que se manifestaban, y casi seiscientos penitentes públicos, habiendo predicado hasta setenta sermones el R. P. Misionero apostólico Fray José de San Antonio, del orden Seráfico; y mas de veinte el M. R. P. F. Tomás Cañas también Misionero apostólico, y hoy Provincial de aquel orden. El día 13 fue favorable. El 14 tembló á las tres y tres minutos de la tarde; los días 15 y 16 siguieron al 13.

Han experimentado los de Lima en 112 días que se cuentan desde el 28 de Octubre de 1746 á las diez y media de la noche, hasta el día 16 de Febrero de 1747, cuatrocientos treinta temblores, que he observado con la mayor atención de mi cuidado y solicitud de mi desvelo; y creo habrán hecho lo mismo muchos de los curiosos que hay en esta Corte, á cuyo observativo y prudente juicio sujeto el cálculo siguiente:

Meses

Días

Temblores

Octubre 4 220
Noviembre 30 113
Diciembre 31 40
Enero 31 33
Febrero    16 24
Totales - 5 112 430

Se han sentido en Lima desde que entraron los Españoles á ella, y se constituyó Corte este nuevo mundo Americano, catorce grandes terremotos, sin contar el del asunto presente, sucedidos en los años de 1582 y 1586 - 1609 -630 -655 -678 -687 -694 y 699 -1716 -725 -732 -734 y 743. Los seis últimos causaron menos ruina y estrago que los ocho primeros, habiéndose en algunos de aquellos destruido casi todas las fábricas de la Ciudad con pérdida de muchos de sus habitadores, pero en este de 1746 ha sido tal el estrago, que no admite paralelo con la destrucción de los primeros, y solo le iguala el que en el año de 16, en este siglo se experimentó en Argel que padeció esta plaga nueve meses continuos; la que obligó á los habitantes á desamparar la Ciudad, quedándose solo en ella el Diván con el Dey; y las mas de las casas que son de cantería y tapias están hoy apuntaladas unas con otras por medio de gruesos atravesaños, como consta de la historia de este reino que escribió en Francés M. Layquier de Taci, é imprimió en Amsterdam en 8º el año de 1733; y se imprimió también en Barcelona el año expresado, traducida al español por D. Antonio Elarian.

Acompañan á Lima en su lastimosa destrucción las Villas de Chancay y Huaura; los Valles de la Barranca, Supe y Pativilca, que padecieron con el terremoto no menos ruina, que aquella experimentó estrago; ya con las fábricas de estos y de aquellos cadáveres de habitación por los suelos no quedándoles otra memoria de sus Casas, Templos, y Conventos, que el padrón eterno de sus ruinas, y en medio de tanto estrago experimentado allí, y padecido en Lima permanecen en esta después de 211 años de su creación las doce Celdas bajas en que vivieron aquellos doce religiosos Apostólicos que fundaron el Convento de San Francisco, y permanece también ilesa la enfermería de San Diego, fábrica del V. Siervo de Dios Fray Francisco Camacho del orden de San Juan de Dios, como también el hermoso templo de Trinitarias Descalzas, y las suntuosas Capillas de la Soledad, el Milagro y Loreto, así por su fábrica como por la riqueza de sus adornos; y la última además de ser su altar y adornos de plata, tiene su cubierta, aun siendo dorada, vistosamente matizada de estrellas del mismo metal.

He sabido por cartas que la noche del terremoto reventó en Lucanas un Volcán de agua caliente que inundó toda aquella quebrada; como también que en la montaña que cae sobre Patáz que llaman converción de Cajamarquilla, de religiosos Franciscos, reventaron tres de cieno y lodo, y que en las montañas del Cerro de la Sal, se destruyó la fortaleza que tenían los bárbaros, quedando aquella menos penetrable por los corpulentos árboles que arrancados de sus raíces con su ruina hacen mas imposible su entrada, y menos fáciles las correrías de aquellos.

Algunos días antes de este gran terremoto se oían bajo de la tierra como rugidos de buey unas veces, y otras como tiro de artillería, que aun hasta hoy con la quietud nocturna suelen percibirse; que fueron las mismas señales que precedieron al gran terremoto que padeció Calabria el año de 1638 del que fue testigo el Dr. Kinker, como lo expresa en el lib. 4º de su mundo subterráneo; acerca de algunas señales que suelen preceder á los temblores, se pueden ver á Aristóteles, Plinio, Seneca, Cardano, Miraído, Jorge, Agricola, Deshamiel, y Juan Zahum: de la causa física de estos dejo de hablar, aun habiendo visto para ello los experimentos de Boyle acerca del viento, la memoria de la Real Academia de Paris sobre la experiencia de Lemeri, y lo del fuego subterráneo en la vida do Pierecio Repiere, Gasendo, y la física particular y general de Eusebio Ancort, por que breve remitiré á U. un papel sobre este asunto, que ha de dar á luz nuestro amigo D. Luis Godin socio de las Reales Academias de Paris y Londres, sujeto á quien U. verdaderamente ama por sus grandes letras, y yo grandemente venero por su conocido magisterio.

Han muerto en esta después del terremoto mas de dos mil, con la epidemia de tabardillos, dolores pleuríticos, protluvios de vientre y hepáticos: enfermedades que se padecieron también después del temblor de 687 y han experimentado Roma, Palestina, Sicilia, Grecia, Tracia, Alemania y Venecia, después de esta misma plaga.

Habiendo visto U. lo que han padecido los de Lima en 112 días de tormenta, le resta leer con sufrimiento lo que escribo con dolor; por que salir de un lastimoso, lamento, y entrar en trágico suceso, es apurar á la paciencia para que tropiece al expresar; á fatigar á la constancia para que se embarace al referir; de modo que lo que aquella tenia antes de sufrida, le faltará ahora de firmeza, y lo que esta lograba antes de segura le sobrará ahora de inconstante. Hay naturaleza de tragedias, que tanto se sufre al mencionarlas, cuanto se tolera al padecerlas; así es pues la ruina del Callao, é inundación de sus vecinos, que ánimos mas serenos lo perturban al referir como suceso, lo que fue aniquilación, y á la mas feliz memoria enajena al acordarse como ruina de la que fue funesto estrago.

A la misma hora, pues, que experimentaron los de Lima la violencia del terremoto, la padecieron los del Callao, siendo estos general despojo de sus efectos, y aquellos particular ruina ,de sus estragos: no quedó edificio en este puerto que no creciese á monte de tierra, ni calle que no cerrase con los triunfos de la ruina; las torres y murallas solos, como que esperaban ser estrago de mayor impulso, 3* no se rindieron á la fuerza del temblor, hasta que ampollándose como montes de agua los que eran cuerpos de ondas, y saliendo como irritados de su centro, sepultaron en monumento de cristal con su inundación, á los que dejó de sepultar el movimiento de tierra con su ruina.

Volviendo pues segunda vez el liquido elemento, mas alterado por el mayor movimiento, sobré las murallas y torres, humilló lo erguido de su soberbia desenterrando de sus cimientos las partes que componían su todo, y el todo que componía el recinto de estas y altivez de aquellas, sorbiéndose la mayor parte de sus cavernosas concavidades, dejando algunos fragmentos que sirviendo de padrón á la tragedia sirvan también de estatua á la memoria que con tristes caracteres acuerde ¡El Havi, Hubo Presidio! ¡Aquí hubo Habitadores!

De cuatro mil y mas de novecientos vivientes que habían en el presidio salvaron sus vidas poco mas de doscientos; de los que veintidós la libraron en un lienzo de muralla, que llamaban antes el fuerte de Santa Cruz; los demás, unos arrojados á la violencia de las aguas á la Isla de San Lorenzo, que dista dos leguas del arruinado presidio; otros á diferentes playas y puertos. El sábado 29 de Octubre á las seis de la tarde salieron á la playa de Miraflores dos hombres y una mujer, á los que confesó y absolvió el Vice Cura de este lugar. El lunes 30 entre unas grandes pilas de madera que formaban como una Isleta, se dejaron ver cuatro hombres, cuyas voces lastimosas y demostraciones de fatigas se oían y se veían, pero no siendo posible el socorrerlos, por la mucha madera, tablazón, y trozos nadantes que embarazaban el auxilio de canoas; desde la cima de los barrancos los absolvió el Vice Cura del mencionado pueblo, con bastante dolor de los presentes que no podían socorrerlos; y pena de ellos que no les era posible salir.

El miércoles 31 á las cinco de la tarde se descubrieron en este mismo mar tres hombres, cuyos gemidos más se oían para aumento del dolor que para maravilla de su duración. Encrespóse pues el mar, con lo que se alteraba la violencia del viento subterráneo, y levantándose á elevada onda, lo que era flexible cuerpo, dio con ellos en unas peñas de los barrancos vecinos á las tierras de Santa Cruz, en donde fueron mayor padrón de lástima los que habían sido asunto no pequeño de la pena; pero lograron el beneficio de la absolución que éxito en estos, como practicó en los otros el caritativo celo del mencionado Vice Cura.

En este mismo día á la playa del Chorrillo, vomitó el mar á un hombre y una mujer vivos, los que preguntados como habían mantenido la vida, respondieron que con los comestibles que llevó el mar en la resaca, y también dijeron que las de muchos no fueron triunfo de las ondas, sino estrago de la palizada, que entre tan repetidos reencuentros les hacían acabar deshechos, sin ser muy fatigados de las aguas; añadiendo que algunos vencidos del sueño perecieron dormidos, teniendo este mas poder por lo natural, que fuerza el miedo por lo contingente.

Una mujer devota del glorioso San José parida de pocas horas antes ríe la inundación, naufragando entre las encrespadas ondas, pudo asirse de una pieza, que siendo bulto del Santo, discurría ella trasto de madera, que arrebatada de las aguas, como todas las demás cosas del presidio, nadaba en la superficie de ellas; á pocas horas arrojada de lo violento de las olas á una de las vecinas playas á esta costa, halló que el que juzgó madero era una hermosa imagen del glorioso San José, que queriendo salvar á esta su sierva, se hizo nave para conducirla, norte para dirigirla, y guía para librarla.

Del crecido número de Sacerdotes así del clero, como de las cinco religiones que había en este puerto, salvaron las vidas dos Mercedarios, y uno de San Francisco que la misma noche de la tormenta se habían desembarcado en el puerto, acompañándoles en la tragedia muchos religiosos Franciscos de Lima que se hallaban allí á causa de recibir á su nuevo Comisario, y entre ellos el R. P. F. Gonzalo Herrera ex-provincial de esta provincia, y siete Dominicos que habían ido á predicar en los desagravios de Jesús Nazareno, que se continuaban desde el gran terremoto de 687, entre los que pereció también el R. P. F. Alonso del Rio, ex-provincial de estos: cuyo suceso lastimosamente describe el R. P. Regente F. Bernardo de Sena, de la misma Orden, en su relación manuscrita que he leído con gusto.

Á las mismas horas que inundó el mar este presidio, inundó también los mas lugares que se hallan á barlovento y sotavento de esta costa, sorbiéndose á algunos como lo hizo con los puertos de Caballas y Guañape, siendo lo mismo que han experimentado estos y aquel, lo que han padecido muchas Ciudades, y aun provincias enteras en las erupciones del mar, como refieren en algunas de sus obras San Gerónimo, Amiauo Marcelino, Nicéforo, Naulero, y otros muchos que U. habrá visto; y en esta misma costa con la salida que hizo el año de 687-despues del grande terremoto de 20 de Octubre, se sorbió á Pisco como lo llora en tres siguientes endechas, el autor que compuso todos los sucesos de entonces, en una relación que en ese mismo año se imprimió en esta Corte:

El mar furioso sale
Sin que el impulso sufra
De terrible borrasca,
Hinchado, de inquietadas, sus espumas
Crecieron impelidas,
Formando enormes Islas,
No respetando términos
Que tal vez de su rabia son repulsas.
Padrón en el Callao
De tan notable furia.
De total ruina Pisco
Lastimosa memoria le asegura.

También se sorbió el mar en el camino que llaman de Perdices á todos los que á tiempo de esta salida pasaban por la costa, llevándose en la resaca cargas, literas y mulas; y por la parte que llaman Salinas de Huaura, extendiéndose mas de tres cuartos de legua, inundó aquellas, habiéndose tragado todos los arrieros con sus efectos y mulas.

Pero donde se apuraron mas los sentimientos, y echan el resto las desdichas, es en las playas, en las que para mayor lástima de la tragedia y mayor tormento del dolor, se descubren los muertos que el mar arrojó en tal ubicación, y se encuentran fragmentos que deshicieron las ondas, en tal desgreño que el horror pasa á espanto, y el espanto termina en confusión.

De 23 embarcaciones entre grandes y pequeñas, que habían surtas en el puerto, se fueron á pique 13, y vararon pasando los mas altos edificios y murallas del presidio, el Navío de guerra San Fermín, el San Antonio, el Socorro, y el Michilot, que fue lo mismo que sucedió á otras naves en Alejandría con una semejante inundación, como se puede ver en el libro 10. Cap. 35. de Nicéforo, y en el 20. de Amiano Marcelino.

Hallóse en este arruinado presidio, en la área donde estuvo el Convento de la Merced, el Sepulcro que guarda el cuerpo del V. Padre Fray Gonzalo Díaz, religioso lego de aquel orden, hijo del Convento de San Miguel de Lima, y nativo de Amarante, en el reino de Portugal, sujeto de relevantes virtudes, que habiendo fallecido en aquel Convento el año pasado de 1618 y remitídose por entonces á la curia romana, la sumaria de su vida y virtudes que se hizo en el Juzgado y audiencia Eclesiástica de este Arzobispado; en vista de ella la santidad de Inocencio XI de feliz memoria, le despachó el rótulo de Venerable, cuya ejecutoria recibieron los religiosos de esta provincia el año pasado de 1686, y concluidas las informaciones en este ordinario, se despacharon á su Santidad, impetrando la bula de Beatificación, por el año pasado de 1690. Había estado depositado el cuerpo en capilla separada, que por entonces se había construido; y demolido con la ruina del terremoto de 687, se extrajo de aquel sitio pasándose á la Capilla interior que para ejercitar los divinos oficios se dispuso en aquel convento; y concluida la suntuosa fábrica de la Iglesia que después de la ruina se emprendió, fue trasladado á la sacristía de ella, que es el lugar donde en la presente desolación se hallaba, depositado el Cuerpo del V. cubierto de lápida, y con la inscripción correspondiente á su distinguida virtud, y piadosa veneración con que lo ven los fieles.

Con la inundación del presidio aun habiendo extraído el ímpetu de las olas muchos cuerpos que se hallaban sepultados en profundas bóvedas, reservó la providencia el de este siervo Venerable, quedando indemne el sepulcro que con poca diligencia halló un religioso, á quien con bastante comisión despacharon sus prelados de esta corte al arruinado presidio, á que solicitase tan apreciable alhaja, que habiéndose hallado, cercó de maderos el ámbito del sepulcro, y dejando este con bastante custodia, participó á, los prelados el logro de su diligencia, de la que noticiado el R. P. Procurador general de la Religión, con venia de aquellos se presentó ante el Señor Provisor y Vicario general de este Arzobispado, pidiendo se le concediese licencia para trasladar á esta Ciudad el cuerpo del V. por el prudente recelo que se tenia, pudiese peligrar en iguales contingencias.

El Señor Provisor con vista de la representación, nombró Jueces para la conclusión de este negocio, los que aceptando al punto la nominación, intimando el auto al R. P. Comendador de la Recolección de Mercedarios, citando día en que darían audiencia en la Capilla interina de aquella casa, para que se les presentasen los testigos informantes de ser el cuerpo del V. Siervo de Dios Fray Gonzalo de Amarante, el que al presente se menciona, y se contiene en aquel sitio que se refiere; y habiendo tenido por dos días, que fueron el treinta y treinta y uno de Enero el correspondiente juicio, mandaron se citase día para la traslación con la mayor brevedad y anhelo de los fieles, que le aman con ternura, por la pública voz y fama de sus virtudes, las que han escrito así el Maestro Fray Felipe Colombo, Cronista general de su religión, en un tomo en cuarto impreso en Madrid el año de 1678. como también nuestro Peralta, en el segundo de su Lima fundada, y el Maestro Fray Juan de Alienza en su sermón manuscrito que predicó el año de 1686, con ocasión de las remisorias del rótulo, en que propone una bellísima idea, haciendo informantes de las heroicas virtudes del V. á los cuatro elementos, teniéndose ahora por muy calificado testigo, al que destrozando todo aquel presidio, y aun desenterrando las mas constantes bases que formaban cimientos sólidos, á las corpulentas máquinas que había construido allí, ó la soberbia, quiso respetar aquel sepulcro que se hallaba poco distante de la superficie de la tierra.

El día 7 de Octubre 21 días antes del lastimoso asunto de esta carta, D. Juan Félix Goycochea, hombre de mas de 50 años, natural de Fuente-rabia en Guipuzcua, Capitán de la Balandra del Rey, en que se cargaba la piedra de la Isla de San Lorenzo al presidio, entre dos y tres de la mañana, vio arder las bodegas, habitaciones, torres, y murallas de este; caso que no solo le enajenó con el susto, sino que le desveló con el horror, á poco menos de hora se halló con los forzados de aquella isla, que venían á cargar la balandra de piedra; extrañando el Capitán de esta la desusada hora de aquellos, les preguntó la novedad de su venida intempestiva, á que respondieron: "el Capitán de la isla D. Manuel Romero, como casi á las tres de la mañana, nos soltó de las prisiones muy asustado, para que viésemos confusos deshacerse en pavesas el presidio, y no queda en ella sujeto que no sea testigo ocular de esta llamarada é incendio, con cuya respuesta, confirmando el Capitán Goycochea lo que al principio tuvo como engaño de su vista, y presumió como idea de su imaginación, publicó á los habitadores del presidio las llamas de fuego que había visto arder en este, anuncios fatales de su estrago, y funestos avisos de su ruina, que pudiéndoles haber sido prevención para el reparo con la penitencia, les fue recuerdo para el descuido con el desprecio".

En Lima también, mes y medio antes del terremoto, la Madre Teresa de Jesús, de mas de cien años de edad, religiosa del Monasterio de las Descalzas de San José de esta Ciudad, persona de muy sobresaliente y conocida virtud, dijo á su confesor D. José Gonzalez Terrones, Capellán de aquel Monasterio; que la ira de Dios estaba sobre esta Ciudad y sus habitantes, y que ella moriría antes de experimentar los efectos de la Divina justicia, como así sucedió, falleciendo trece días antes del terremoto; el confesor de esta Sierva de Dios consultó, lo que ella le había dicho, con el provisor del monasterio, y este con los sujetos mas circunstanciados de esta corte, quienes atribuyeron este aviso, á defectos de su ancianidad, como que la virtud no madurará en perfección, mientras crece mas la edad entre los ejercicios de santidad y actos de religión; y como que no se valiese Dios muchas veces de un siervo, para avisar á los hombres el castigo que se les prevenga, si permanecen en las costumbres con el pecado, ó el perdón que se les espera si mudan de vida con la penitencia.

He leído algunas cartas que avisan que en la Concepción de Chile á las seis horas y media que se inundó el Callao, hizo también su salida el mar extendiéndose hasta tres ó cuatro cuadras.

También he sabido que algunos días antes, corrió en Santiago del mismo reino un encendido, viento que casi abrazaba, con lo que comunicaba de ardor á sus habitantes, lo que no es extraño en el mundo, pues lo mismo sucedió en Polonia y Moscovia, como refieren Tomás Cromero historiador de esta, y Segismundo L. Baroni escritor de aquella, y los Filósofos muy bien explican sus causas.

Muchas cosas se dicen en los corrillos por la plebe, y imitas de los parleros de esta corte, que por la poca autoridad de aquellos, y grande sencillez de estos, omito escribir, además de faltar la realidad á los sucesos que refieren, y la critica á lo que comunican de noticia.

Es cierto que en tragedias de esta naturaleza muchas verdades se ocultan, pero mayores mentiras se fingen, habiendo algunos que teniendo como estudio callar verdades, siguen como profesión decir mentiras; y no todo lo que en semejantes infortunios sucede en un lugar, se puede expresar en el papel, porque hay cosas que muy menudas contadas paran en ridículas, y hay otras que por muy ponderadas terminan en lisonjas; dígase la virtud, callando de ella lo que se debe, y expresando de ella lo necesario, y se cumplirá con un genio que se paga de lo seguro. Esto hecho con lo que escribo á U., lo que faltare lo suplirá con las adjuntas relaciones impresas que le remito, en las que se da noticia de las mas prontas providencias del Excmo. Sr. D. José Manso de Velasco Virrey de este reino, las que yo no expreso, porque U. en aquellas hallará desempeñado el asunto por mejores plumas que la mía.

La relación de menos cuerpo, y que salió primera en esta corte, cuatro días después del terremoto, es obra del célebre ingenio de D. Victorino Monter cde la Águila, Capitán de Guardias del Real Palacio de Lima, sujeto que sabe igualar los cuidados de Marte con los desvelos de Minerva, manejando aquellos con destreza, y usando de estos con acierto, y de que he leído otras obras así manuscritas como impresas, que con razón han merecido el común aplauso de los inteligentes.

El día 19 de Febrero habiéndose concluido la solemne rogativa y misión de Sermones que exprese á U, en que predicaron el primer día el R. P. José Paredes de la Compañía de Jesús, calificador del santo oficio de la Inquisición, examinador sinodal de este Arzobispado, y catedrático de prima de teología que fue de este Colegio Máximo de San Pablo. Segundo día el R. P. M. P. José Cavieses del orden de San Agustín, calificador del santo oficio de la Inquisición, y Prior que fue del Convento grande de esta corte. Tercero día el R. P. L. Jubilado T. Manuel Mollinedo del Orden Seráfico, guardián que fue del convento de Guadalupe y Colegio de San Buenaventura. Cuarto día el R. P. M. F. Domingo Naveda del orden de Santo Domingo, calificador y consultor del santo oficio, Dr. teólogo y catedrático de teología en esta Universidad, y Prior que ha sido de los conventos de Trujillo y de Santa Rosa de Lima, examinador sinodal de este Arzobispado y Obispado de Trujillo. Quinto día el Presbítero D. Calixto Bustamante. Sexto el R. P. M. F. Bernardo Dávila del mismo orden, procurador general en ambas curias, Dr. teólogo catedrático de prima de teología moral en esta Universidad, ex-vicario general de esta provincia de S. Juan Bautista, y examinador sinodal de este Arzobispado. Séptimo, el R. P. F. Tomás Cañas del Orden Seráfico, misionero apostólico, y provincial de esta provincia de los doce apóstoles. Octavo día el M. R. P: M. F. Francisco Bustillos del real y militar orden de la Merced, misionero apostólico, comendador que fue del Seminario de Misioneros de la Villa de Olmedo, y vicario general de las provincias del Perú.

Se vieron á las cuatro de la tarde en la plaza mayor innumerables encenizados, raídas las cabezas, y vestidos de un saco muzgo, cargados de duras cadenas, algunos derramando la sangre de sus venas, infinitos con los brazos en maderos pesados extendidos, y con fuertes ligaduras atados; no pocos, de modo que 16 que antes fue en ellos gustoso deleite y contento, ahora fue llanto, suspiros y tristeza, pasando á ser de las lágrimas valle, la que en otro tiempo fue de diversiones teatro. Seguían á este espectáculo de penitencia en dos filas las venerables religiones de Franciscos y Dominicos con sogas al cuello, que tanto edificaban con la compostura de sus acciones, cuanto movían con lo humilde de sus rostros, siendo á todos ejemplo su modestia y su abatimiento.

Traían en su urna y andas de plata los sagrados huesos de Santo Toribio, en hombros de los muy ilustres Sres. D. Felipe Manrique de Lara, Deán de esta Santa Iglesia, y el Dr. D. Andrés do Munive Provisor y Vicario general de este Arzobispado, Dr. D. Fernando de la Sota, Canónigo de esta Iglesia, y el Dr. D. Francisco Izquierdo Roldan. Prevendado de la misma, con sogas al cuello rostros encenizados, y cubiertas las cabezas de negro capuz.

Seguíanse en sus andas las urnas en que se habían depositado los huesos de Santo Solano, y Santa Rosa; después la milagrosísima imagen del Rosario que dije á U. acompañada de los Sres. de este cabildo eclesiástico, y por ni timo, traían algunos Sacerdotes en sus hombros al sagrada imagen de Cristo Crucificado con el titulo del Consuelo, que se veneraba en una de las Capillas de la arruinada Catedral, acompañándole el Sr. Virrey, Real Audiencia y Cabildo, vestidos de negro con sogas al cuello, y encenizados algunos, dio vuelta tan solemne procesión por la plaza mayor, y se volvió á la Capilla interior, lugar de donde había salido; y mas que las penitencias dejó que contemplar el silencio, pues en un concurso de mas de catorce mil almas, solo se oía la voz de un religioso que exclamando por la plaza, decía: Santo Dios, Santo Dios, y otras deprecaciones que omito.

Desde el 17 de Febrero hasta el 24 del mismo, día en que se acabó de imprimir esta carta, ha temblado la tierra veintiuna veces, habiendo sido los movimientos de ella del día 19 á las nueve y media de la noche y del 21 á la una y media del día iguales al del 28 de Octubre, sino en la duración en el estruendo y concusión.

El día 21 se observó en la Luna un Eclipse total que duró tres horas cuarenta minutos: empezó la sombra de la tierra á entrar en ella á las diez y once minutos de la mañana, y se llegó á obscurecer á las once veintidós minutos, restauró su luz á las doce y cinco minutos, de modo que su detención en la sombra duró una hora veintinueve minutos, y se acabó el eclipse á la una cinco minutos de la mañana: los dígitos eclipsados fueron veinte horas diez minutos.

Quedo rogando á Dios guarde muchos años la nobilísima persona de U. para mayor lustre de la América, honor de los literatos, y desempeño de la cátedra y el pulpito.

Muy Sr. mío y mi dueño B. L. M. de U. su mas apreciado amigo.
D. José Eusebio de Llano y Zapata - Sr. Dr. D, Ignacio Chiriboga y Daza.

Terremotos
Colección de las Relaciones de los más Notables que ha Sufrido esta Capital y que la han Arruinado.
Va precedida del plano de lo que fue el Puerto del Callao antes que el mar lo inundase en 1746 y de un Reloj Astronómico de Temblores.

Colectadas y Arregladas por el Coronel de Caballería de Ejercito D. Manuel de Odriozola.
Lima - 1863
Tipografía de Aurelio Alfaro. Calle 6ª de la Unión (antes Baquíjano) Nº 317. Páginas Nº 70 al 108.

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